¿Cómo llega una persona con Alta Sensibilidad (PAS) como yo, a encontrar en el humor un camino de autorrealización personal y profesional?

Esta pregunta me la he hecho en algunas ocasiones y a veces, cuando observo algunas reacciones ante el sentido del humor ajeno, me viene de nuevo a la cabeza y… ¡Sonrío!

Tengo que decirte que cada camino es único y cada quien llega a su “aquí y ahora” por donde ha venido. Yo he venido de esta forma que voy a contarte.

Cuando era pequeña no me gustaban los dibujos animados porque no veía ningún sentido a que cayeran todas las desgracias sobre alguien y eso produjera tanta risa, la verdad. Véase por ejemplo El coyote y el correcaminos o Piolín y Silvestre. Yo era una niña a la que estos dibujos le producían desagrado (sí, yo también fui niña), incluso me producía malestar que los demás se rieran, pero ¿dónde estaba la gracia? Con el tiempo entendí que ponía el foco en el análisis de la situación, no me gustaba que un personaje tratara de fastidiar al otro (no entendía por qué) y a la vez tampoco quería que ese personaje recibiera golpes por todas partes (pobrecito, nooo), así que me quedaba con el sufrimiento y no lograba conectar con nada más.

Los payasos de la tele sí que me gustaban ¡qué cosas! y un poco más mayor me encantaba ver con mi abuela a Lina Morgan y nos reíamos ¡como si no hubiera un mañana! A parte de la gracia que me hacía a mí, me reía el triple sintiendo las risas de mi yaya, así quedaron unidos en mi memoria los recuerdos de Lina y de mi abuela.

Pero sigo contándote lo que no entendía. Por ejemplo, cuando vi por primera vez la película Forrest Gump me quedó una sensación extraña, me removió mucho, me molestaba que la gente se riera en determinados momentos de la película. Yo pensaba, pero… ¿por qué se ríen? De nuevo estaba poniendo el foco en las penurias que percibía y si yo veía cualquier tipo de sufrimiento ¿cómo podía reírme?

Nunca me han gustado los chistes, quienes me conocen bien lo saben, soy un público “penoso” para cuenta-chistes… o no los entiendo, o no les veo la gracia… o los entiendo y por eso precisamente no les veo la gracia. Así que para que yo me ría con un chiste cuanto más simple y tonto mejor, esa es la clave :o)

Tampoco me gustan las bromas, ni que me las hagan a mí, ni ver cómo se las hacen a otras personas. Ni hacerlas yo ¡madre mía! ¿qué dices? ¿hacerle qué a quién? Si alguna vez me han pedido que participe en alguna broma solo he aceptado si era muy, muy, muy “light” y muy, muy poco rato… y aun así lo he pasado mal, buff, ¡cómo soy!

Y ya si se trata de bromas “pesadas”, ni hablamos, si una persona empieza a pasarlo mal en cualquier momento, ya no es una broma ni tiene ninguna gracia. Algunas personas opinan que soy muy aburrida. Sí, claro, desde su punto de vista debe de verse así ;o)

Y para terminar con esta radiografía personal que me estoy haciendo te diré que, por supuesto, “jamás de los jamases” le he visto (ni espero verle) ninguna gracia a que la gente se burle de otras personas.

Y con todo este panorama… ¿cómo fue?

Un día descubrí que el sentido del humor es completamente subjetivo, que cada persona se ríe o no se ríe de determinadas cosas porque tienen que ver con su vida, con sus experiencias, con su mente, con su forma de ver lo real y lo imaginario, y también con su capacidad de relativizar, de ponerse en el lugar del otro, de entender matices… Tengo que decir que comprender esto que ahora me parece tan obvio, fue maravilloso. De repente todo un mundo de entendimiento y posibilidades se abrió ante mí.

Una vez, hace muchos años, cuando yo era muy joven, una persona me dijo que a mí no me hacían gracia Les Luthiers porque era humor para inteligentes, me lo dijo para “picarme” ;o) Con el tiempo entendí que en cierta forma tenía razón, no en el fondo de la cuestión, claro, porque yo era y sigo siendo inteligente :o) pero en ese momento yo no estaba entendiendo el código desde el que hacían su humor y la otra persona sí, por eso yo no me reía y ella sí. ¿Te has preguntado por qué hay chistes específicos en todas las profesiones? Porque las personas que los cuentan y que los escuchan están en el mismo contexto, hablan el mismo código, por eso hay aspectos y matices que entienden, que les recuerdan cosas… y por eso les hacen más gracia que al resto de la población.

Y en abril de 2003 llegó el momento en el que conecté directamente ¡por la vía rápida! y desde mi autenticidad, con el humor tierno y espontáneo.

Así nació y empezó a crecer Pirueta, mi payasa.

La cogí de la mano y soñé que volaba, y después… ¡Volé!

Gracias Jesús Jara por darme tanto.

Bueno, si eres una persona con Alta Sensibilidad es muy posible que a estas alturas mi relato te haya “resonado” de alguna forma.

Para una persona con Alta Sensibilidad, en la que la forma de procesar la información es profunda, escuchar o ver algo supuestamente gracioso puede tener muchas más connotaciones de las que en un primer momento podría pensarse. El motivo es que se empiezan a hacer asociaciones muy rápidas a nivel mental y de repente te encuentras “conectando” con aspectos que no te resultan agradables, como el sufrimiento, la humillación, o lo que sea… y no entiendes qué gracia puede tener aquello. Esto puede hacer que te sientas mal, te enfades o te pongas a la defensiva. Entender esto es un paso importante.

 

Recuerda que el sentido del humor tiene mucho que ver con la mente, con lo que pensamos en relación a cosas que conocemos o que imaginamos.

  • De repente algo no tiene lógica para mí… y me hace gracia.
  • Algo me recuerda a una situación determinada… y me entra la risa.
  • Al darme cuenta de una equivocación tonta… me río.
  • He entendido algo que no era lo que me querían decir… y me da la risa.

¿Qué hacer entonces cuando algo supuestamente gracioso nos incomoda?

  • Aceptación. Ni vamos a entenderlo todo ni todo el mundo nos va a entender. Y por supuesto no vamos a estar de acuerdo con todas las formas que otras personas elijan como motivo de risas. Al conseguir aceptarlo realmente, mi mente y mi cuerpo se relajan y como consecuencia me siento mejor.
  • Proactividad frente a reactividad. Cuando el sentido del humor ajeno no es de tu agrado ¡respira! No respondas en el acto. Date permiso para sentir, para pensar, para procesar… trata de aprender algo sobre ti de esa situación. ¿Por qué te ha molestado tanto? ¿es el hecho en sí? ¿es algo con lo que conectas? Solo después de este breve análisis decide si quieres mostrar tu opinión o no.
  • No juicio. Cada persona es libre de ser como es y de reírse de lo que quiera. Yo no soy quien para decidir de qué tiene que reírse la gente. Es necesario tener una mente abierta y teniendo en cuenta que la risa es un bien absolutamente necesario es estupendo que surja. Por supuesto, a mí hay muchas cosas que no me hacen ninguna gracia (como ya sabes) pero eso no quiere decir que la norma que indique de lo que hay que reírse y de lo que no, tenga que ser la mía. Quizás lo que desde mi mirada pueda parecer ofensivo, desde otra mirada puede ser simplemente gracioso.

Algunas de mis reflexiones.

  • Como PAS que soy tengo la “costumbre” de procesar y analizar continuamente toda la información y a muchas cosas les encuentro pegas. A veces me dicen exagerada, pero no pasa nada, está bien, cada quien somos como somos :o) Yo encuentro matices casi en cualquier contexto y sigo sin encontrar la gracia a muchas cosas en las que otras personas encuentran motivos para reírse, pero eso no quita que no me alegre porque se rían, ya que se ríen y eso les hace bien. Muy pocas veces, y solo si siento que interesa mi opinión o me preguntan directamente, trato de hacer ver a otras personas el por qué a mí no me ha hecho gracia o qué matices le veo, pero ya está, nada más.
  • Creo firmemente que cada quien en su mente puede reírse de lo que quiera. Creo firmemente que es necesario cultivar el sentido del humor. Creo firmemente que censurar el sentido del humor ajeno no es beneficioso para nadie. Entonces ¿no hay límites? Para mí lo primero es el respeto, en el sentido del humor positivo no puede haber burla, ni humillación porque ahí falta el respeto, a mí me resulta muy claro verlo así. Por ejemplo, puedo reírme al recordar que alguien se ha caído fortuitamente de una silla, pero no puedo tirar a alguien de una silla para reírme. También puedo reírme de que yo me he caído de la silla, o de que tú te has caído de la silla, si tú también te ríes. Pero no burlarme de ti porque te has caído de la silla, ni burlarme de otra persona porque se ha caído de la silla. ¿Se entiende?

Aprende a cultivar un sentido del humor positivo.

  • Sonríe a menudo. Si no hay un motivo te lo inventas, pero por favor ¡sonríe!
  • Ríete de tus propias ocurrencias, de tus propias tonterías.
  • Ríete de las pequeñas cosas del día a día, aprovecha cualquier equivocación tonta que tengas o algo que no entiendas, lo que sea… quizá sea un “guiño” que te hace el universo para invitarte a reír.
  • Sitúa tu mirada desde el amor, sin juicios, desde la idea de que cada persona es única y se muestra a su manera.
  • Piensa que todo tiene solución y a veces ante las cosas “más serias” es ante las que más necesitamos reír. Conseguir reírme de algo que me preocupa me libera de la presión que me está causando. Aprender a reírte de tus propias calamidades encontrando la forma de relativizar te va a resultar muy útil. A veces vivimos ¡demasiado seriamente!
  • Pon el respeto en primer lugar. Por la parte que me toca, si algo que yo hago molesta a otra persona y puedo evitarlo lo evito, pero recuerda que yo soy responsable de lo que digo y de lo que hago, pero no de lo que los demás interpretan de lo que digo o lo que hago.

Por último, te cuento qué me llevó a crear el curso Espiritual Clown, porque creo que sirve de ejemplo para encuadrar en mi camino todo esto que te estoy contando y que puede extrapolarse como idea a cualquier contexto. Soy una persona con mucha necesidad de conexión con mi mundo interior, con mi mundo espiritual, y a lo largo de mi vida me he encontrado muchas veces con grandes contradicciones al intentar “encajar”. Y me di cuenta de que podía reírme de mis propias contradicciones, de mis propias inseguridades, de mis propios miedos… y que eso me hacía sentir mejor. Así que un día decidí traer esto que me pasaba a un curso específico y poner todo el “amor universal” sobre la mesa, a disposición de la autenticidad, la ternura y la espontaneidad de los payasos y payasas, dándonos el permiso de relativizar ante temas “serios” y disfrutar de la vida.

Yo he integrado el sentido del humor positivo como un hábito cotidiano. Cada día sonrío y río por algo, aunque solo sea una vez, y sinceramente te digo que ¡me sienta de maravilla! Tú también puedes hacerlo. Reír es uno de los mayores regalos de la vida, es maravilloso, hazte un favor, no te prives del sentido del humor, agradécelo y disfrútalo.

 
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