Alguien estrena hoy zapatos y calcetines. Abre el cajón de los calcetines, coge unos preciosos que compró ayer en una tienda y se pone uno en cada pie. A continuación abre una caja de la que saca dos zapatos relucientes, los coloca cuidadosamente sobre cada uno de los calcetines y mira hacia sus pies, mientras los mueve de un lado a otro disponiéndose a comenzar las actividades del día.
De pronto, uno de los pies comienza a hablar:
– Pero bueno ¿qué es esto que me oprime?
– ¿Te refieres a mí? soy un zapato nuevo y no te oprimo, tú eres el que me molesta a mí.
– ¿Qué es todo este alboroto? –dice el calcetín- con lo tranquilo que estaba yo en el cajón de los calcetines ¡a mí si que me molestáis, que me tenéis rodeado!
Como puedes ver, la cosa no empieza bien, todos están un poco molestos, es que eso de conocerse y aceptarse, a veces, lleva un poco de tiempo. La historia continúa así:
– El zapato que llevaba ayer no me apretaba –dice el pie-.
– Pues yo estaba muy a gusto en mi caja de zapatos.
– ¡Yo si que estaba tranquilo en el cajón de los calcetines! – A ver, a ver, un poco de orden, ¿por qué no nos tranquilizamos un poco? –dice el calcetín-.
– Bueno, vale –contestan el pie y el zapato- ¿qué podemos hacer?
– Si todos ponemos un poco de nuestra parte seguro que podemos entendernos –contesta el calcetín-
– Está bien, yo no me voy a quejar tanto –le dice el pie al zapato- la verdad es que no me aprietas, simplemente te noto y además, gracias a ti, si tropiezo o piso algo duro no me hago daño.
– En realidad, yo también estoy contento y aunque tenga que ir contigo a todas partes, gracias a ti puedo conocer otros lugares –responde el zapato al pie-.
– Y yo, rodeado por vosotros ¡estoy siempre tan calentito!
–añade el calcetín-.
Parece ser que están aprendiendo a convivir ¿no?
En ese momento se oye otra vocecita que grita:
– Oye, oye, ¿y yo qué?
Es el otro pie que pide un poco de atención de su compañero.
– Pues tú conmigo ¿no ves que siempre vamos juntos? Tú también tienes un calcetín y un zapato nuevos como los míos. ¿No te das cuenta?
– Anda, es verdad, es que estaba un poco dormido todavía. ¡Hola, vecinos! -exclama con entusiasmo- ¿qué tal estáis?
– Yo bien –dice el calcetín-
– Yo también – dice el zapato-
– ¿Qué os parece si nos vamos todos a dar un paseo?
– ¡Bien!
De lo contentos que están, los dos pies se ponen a bailar y todos se echan a reír porque los seis saben que a partir de ahora van a pasar muy buenos ratos juntos.

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