Hoy os dejo aquí un cuento que escribí hace unos años, cuando mis peques aprendían a nadar.
MARIQUITINA SABE NADAR
Mariquitina es una duende muy pequeña, como todos los duendes, tan pequeña que cuando llueve se puede proteger del agua bajo algunas setas de las que hay por el bosque donde vive, un bosque con gran cantidad de árboles y plantas, que en primavera se llenan de flores de todos los colores y donde habitan muchísimos animales grandes, pequeños y medianos. Papá y mamá construyeron una discreta y hermosa casa en una pequeña cueva, tiene una puerta de madera y una sola ventana y lo que más le gusta a Mariquitina es la chimenea porque da calorcito en invierno.
Mariquitina tiene muchos amigos: los murciélagos de la cueva de al lado, las ranas del estanque, las ardillas que trepan por los árboles… pero sus mejores amigos son la familia Conejo, formada por Don Conejo, Mamá Coneja y sus hijitos, que nacieron esta primavera pasada. A veces, Don Conejo y Mamá Coneja, le dejan subir a caballito sobre su lomo y pasean juntos por el bosque, les encanta jugar juntos y se divierten mucho.
Un día, mientras toda la familia Conejo jugaba junto al estanque, Juanín, uno de los hijos, resbaló y cayó al agua:
– ¡Aaaayy!, -gritó desconsolado- ¡socorro! ¡ayudádme!
Mamá Coneja empezó a temblar, su niño se ahogaba y ella no sabía nadar, así que no podía saltar al agua para ayudarle. Cogiendo una caña, intentó que se agarrara al otro extremo para sacarle de allí, pero la caña era demasiado corta y el pequeño no llegaba.
Papá Conejo, nervioso y asustado, comenzó a dar vueltas sin parar, ¿qué podían hacer? Nadie de la familia sabía nadar.
De repente, Patty, una de las hijas dijo:
-Papá, Mariquitina sabe nadar, vamos a buscarla.
En cuanto Papá Conejo oyó esto, salió corriendo hacia la casa de Mariquitina, tan deprisa que sus patas apenas tocaban el suelo, casi volaba más que correr, incluso tropezó con una piedra y se hizo algo de daño, pero no dejó de correr porque su hijo necesitaba ayuda.
Don Conejo llegó junto a la casa de Mariquitina y la llamó a gritos:
– ¡Mariquitina ayúdame!
Su papá se asomó por la ventana:
– ¿qué pasa Don Conejo?
– Necesito la ayuda de Mariquitina, Juanín se ha caído al estanque y no sabemos nadar
– Está jugando en la cueva de los murciélagos, ¡date prisa!
Don Conejo se presentó en la cueva con dos saltos, llamó a Mariquitina, le dijo lo que sucedía y ella sin pensárselo un momento subió rápidamente sobre su lomo y se dirigieron apresuradamente a la orilla del estanque donde esperaba impaciente toda la familia.
Conforme se acercaban, oían los gritos de Juanín:
– ¡socorro, me canso, ayudadme!
y los de Mamá Coneja:
– aguanta, mueve las piernas y los brazos cariño, ya vienen.
Al llegar a la orilla y sin que se detuviese siquiera Don Conejo, Mariquitina dio un salto al agua y nadó todo lo deprisa que pudo hacia Juanín, que se sumergía y volvía a sacar la cabeza del agua continuamente.
Mariquitina llegó junto a él y se agarró a ella con todas sus fuerzas ante las miradas asustadas de toda la familia. Mariquitina, con Juanín pegado a ella como una lapa, fue nadando hacia la orilla y Papá y Mamá Conejo les ayudaron a salir dándoles la mano.
Todos se abrazaron con gran alegría y se tumbaron en el suelo a descansar y a recuperarse de tan gran susto. Cuando se secaron jugaron y después organizaron una gran fiesta para celebrar que todos estaban sanos y salvos.
Durante los días siguientes, Mariquitina enseñó a toda la familia Conejo a nadar y a partir de entonces se les vio jugar en el estanque sin miedo pero con precaución.
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Precioso cuento, me ha encantado, y a mi niño también, jijiji, gracias. Un abrazo
Me alegro mucho Ada. Un besico.