Yo tenía un lápiz que no quería escribir.
Yo tenía una pintura que no quería pintar.
Yo tenía una goma que no quería borrar.
Yo tenía un cuaderno que no quería que le escribiesen,
ni que le pintasen, ni que le borrasen…
porque todo le hacía cosquillas.
Así que dejé a todos descansando un rato
y me fui a comer una rosquilla.