La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo, pero pocas veces reparamos en ello. La piel nos delimita. A través del contacto percibimos dónde terminamos corporalmente y dónde empieza “lo que no soy yo”.

Cuando nos tocamos nos sentimos; siento mi cuerpo y siento el cuerpo de la otra persona. Ser tocados con respeto y con amor nos aporta una sensación placentera.

A veces no somos capaces de sentir así, cuando por algún motivo el contacto nos produce rechazo; quizás no hemos tenido suficientes experiencias de contacto gratificante, pero si ha sido así, siempre hay un momento para empezar a permitírnoslo, con pequeños contactos, observándonos y permitiéndonos sentir. Si poco a poco vamos teniendo este tipo de experiencias positivas acabaremos incorporándolas a nuestra vida y podremos disfrutar de ellas.

¿Cómo quieres que te toquen? Atrévete a pedir y respeta también los deseos de la otra persona.

TOQUÉMONOS.
 
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