Sin saber muy bien en qué consistiría exactamente la actividad, y siendo que una amiga de confianza llevaba un tiempo recomendándome que fuera, acallé las dudas y resistencias de mi mente y me animé por fin a ir a unos talleres que llevaban por título “danza creativa y terapéutica”. La actividad me encantó, disfruté mucho realmente y a partir de ahí decidí seguir formándome en cuanto al uso de la danza como actividad terapéutica y de desarrollo personal.
Durante esas sesiones hubo un suceso que me impactó y “me movió” muchas cosas por dentro, de tal manera que una mezcla de sensaciones, de comprensión, de compasión, de rabia, etc., me invadieron. Básicamente, un cúmulo de emociones se agolpaban en mi cuerpo y un cúmulo de pensamientos se agolpaban en mi mente, ¡todo a la vez! Y ahí estaba yo tratando de asimilar, ordenar y filtrar la información que estaba recibiendo por todos mis sentidos, de aprender de esa experiencia in situ, de enfocar mis ideas, mis sensaciones, lo que yo estaba sintiendo respecto a ¡tantas cosas!
Quizá te estés preguntando qué es lo que sucedió que para mí fue tan impactante en ese momento, si es así sigue leyendo y te lo cuento.
Una compañera del curso, una mujer de mediana edad (no demasiado mayor según mis recuerdos), al finalizar una de las primeras sesiones nos contó sobre lo que estaba suponiendo para ella asistir, expresarse, bailar y disfrutar de esos encuentros, ¡le hacían tanto bien! que se le iluminaba la cara al contarlo. Llevaba varios años cuidando de su marido inmóvil en cama y esos eran los únicos ratos a la semana en los que podía desconectar y darse un respiro permitiéndose un tiempo para ella misma…, ¡en ese momento me encantó ver en alguien concreto la potencialidad de esta herramienta, además de estar descubriéndola en mí!
Pero eso no es lo que me impactó, me encantó, pero no me impactó, para mí era lógico que eso fuera sanador para ella. Lo que me impactó es que se estaba planteando si continuar asistiendo o dejar las clases porque continuamente tenía la necesidad de justificarse ante su entorno para poder asistir. ¡Se le cuestionaba que estando como estaba su marido, lo dejara para irse a bailar!, por favor…, ¡llevaba varios años cuidándolo 24 horas al día!
Así que buscaba en el grupo un apoyo, buscaba confirmación por nuestra parte de que hacía bien, de que no hacía nada malo, de que realmente no venía a divertirse, sino que venía a terapia…, ¿queeeeee, comooooo? O sea, que no podía ir “simplemente” a divertirse siendo que “tenía lo que tenía en casa”.
Para mí fue alucinante escucharla y sentirla, porque había mucha emoción y mucho dolor en su relato, tanto que de ese curso en concreto es prácticamente lo único que recuerdo (tengo tendencia a recordar sensaciones, emociones, cosas que me impresionan, que me afectan…, pero no los detalles concretos, por eso tengo fama en mi familia de no acordarme nunca “de nada”).
¡Lo dejó! Sí.
Ese incidente fue para mí otro aliciente que me dio impulso para dedicarme a lo que me dedico hoy en día, para enfocarme en reivindicar la importancia de dedicar tiempo a cuidarnos a nivel de cuerpo, mente y alma. Porque jugar, reír y divertirnos haciendo cosas que nos alegran, no es solo conveniente, sino que es imprescindible para nuestra salud física, mental y emocional. Porque solo cuando yo estoy bien puedo ofrecer realmente lo mejor de mí a los demás, y es especialmente en los momentos “malos” es en los que es más importante dedicarse algo de tiempo para “recargar las pilas”.
Yo sigo avanzando en el camino con ilusión, no sin contratiempos (que es como decir con contratiempos, pero dicho al revés, jeje). Yo sigo, y sigo, y sigo, como aquel conejito o como las muñecas del portal… Sigo escribiendo para dar a luz a los hermanitos de Relaciones Saludables Punto Clown y Pirueta es una payasa mientras ellos ya viajan a las manos de personas que están en el camino de aprender a disfrutar más de la vida. Pronto habrá gratas sorpresas, así que quédate cerca si no quieres perdértelas.
Gracias por darte este tiempo para leerme.
Foto de Cristina Sieso
Gracias por ayudarme a ser consciente.
¡Un placer!
Gracias.